Diseñadores, fabricantes, minoristas y clientes quieren muebles sostenibles o ecológicos y reducir el impacto medioambiental. Es el nuevo mantra. ¿Pero es posible fabricar y consumir muebles de forma sostenible? La realidad es muy compleja, llena de paradojas, con más interrogantes que respuestas.
El mueble 100% sostenible no existe. Es imposible. Al igual que la inmensa mayoría de los productos elaborados hoy, todo mueble deja un menor o mayor impacto medioambiental. Y aquí otra afirmación absoluta: sí podemos ser más respetuosos con el planeta y con la sociedad, fabricando y consumiendo muebles de manera más responsable. No sólo es posible, ES NECESARIO.
#1 ¿Se puede hacer diseño sostenible?
La fase de concepción de un mueble es la más importante para determinar su grado de sostenibilidad. Cuando se empieza a diseñar, hay que formularse esta pregunta: ¿el producto que se va a crear aporta alguna mejora respecto a lo que ya existe? Si la respuesta es negativa, lo más sostenible es olvidarse de ese producto.
En el momento del diseño se determinan la forma, los materiales y el uso y vida del mueble.
La elección de las formas del mueble ya tiene un impacto ambiental. ¿Nos hemos parado a pensar que las líneas curvas, redondas y onduladas son más difíciles de obtener, requieren más trabajo y generan más desperdicio? Dicho esto, cuesta imaginarse un mundo con líneas exclusivamente rectas.
También la dimensión es un factor obvio a tener en consideración. Cuanto más grande es el mueble, más material requiere y más costoso de transportar es.
En la fase de diseño también se elige si el mueble se va a vender desmontado o no. Desmontado ocupa menos espacio durante el transporte, pero a menudo requiere de más herraje para garantizar su solidez.
La selección de los materiales es clave para evaluar cuán ecológico es el mueble. Existen certificados, como PEFC y FSC, que garantizan que las maderas y sus derivados (como tableros de aglomerado, MDF y contrachapado) están fabricados con materiales procedentes de bosques gestionados de forma sostenible. En el caso de muebles que emplean textiles, ya existen marcas que ofrecen la opción de tejidos orgánicos. ¿Pero qué valor dan los consumidores a estos certificados? Sospecho que no el necesario.
A la largo del último siglo se ha investigado mucho en el aprovechamiento de residuos de la madera para generar nuevos materiales industriales, como el aglomerado y el MDF. Estos materiales reutilizan los desechos generados en aserraderos y fábricas (punto a favor) pero también emplean colas de origen químico poco ecológicas (punto en contra).
Una tendencia creciente es la recuperación de materiales usados, ya sea madera (palés, vigas, toneles, cajas…) u otros materiales (sacos de tela, tuberías, bombillas, azulejos, espejos y muchos más). Darle una segunda vida a estos materiales es un bello gesto hacia el planeta. Y sin embargo, este gesto deja marca: a menudo se requieren productos químicos para su limpieza y tratamiento. Estos materiales se adaptan bien a pequeñas producciones semiartesanales, pero no son ideales en el caso grandes tiradas.
En la fase inicial del diseño también se decide el uso que se le va a dar al mueble y su esperanza de vida. Sin llegar al extremo de la industria de la moda, donde se ha instalado el fast fashion, el ciclo de compra de muebles se ha reducido notablemente en las últimas décadas. Hoy tendemos a reamueblar con más frecuencia porque hay mayor movilidad laboral, y al cambiar de una ciudad a otra es más práctico adquirir otros muebles.
¿Qué es más sostenible, trasladar una pesada mesa de madera maciza de un punto a otro del país o comprar una funcional mesa desmontable para el nuevo apartamento y luego venderla o regalarla en la siguiente mudanza? ¿Qué es más ecológico, una estantería de aglomerado que durará 10 años o unas sillas plegables de uso efímero realizadas con cartón reciclado?
#2 ¿Se pueden producir muebles de forma ecológica?
El proceso de fabricación es una de las fases más contaminantes, principalmente por el consumo energético, las emisiones contaminantes, el empleo de productos químicos y la generación de desechos. También podemos aplicar el prisma positivo y afirmar que ésta es la fase donde la industria del mueble puede dejar de contaminar más. Cada día, las máquinas son más eficientes, se derrocha menos agua, se sustituyen algunos químicos por otras sustancias menos nocivas y se aprovechan mejor los residuos.
Si hablamos de producción sostenible, tenemos que hablar de economía circular, otro de los conceptos en boga. Este tipo de economía propone un modelo de producción donde se aprovechan todos los recursos, se reduce la producción al mínimo necesario y se reutilizan los desechos.
¿Producción artesanal o industrial? La producción artesanal está más asociada a la sostenibilidad que la fabricación industrial. Los artesanos producen a pequeña escala, utilizan normalmente materiales de la zona y contaminan mucho menos. Y sin embargo, ¿tendría sentido volver a una producción artesanal de muebles en pro de la sostenibilidad? Dudo que seamos capaces de renunciar al acceso a miles de productos a coste asequible, que es lo que ha permitido la industrialización. Además, ¿podrían los artesanos responder a la demanda de toda la sociedad? Sería imposible.
Pero el trabajo artesanal tiene sentido hoy, más que nunca. Porque consumimos productos en serie, queremos diferenciarnos del resto con piezas singulares, a menudo artesanales. El trabajo artesanal es también la base de la industria del mueble de lujo y del mantenimiento de tradiciones.
¿Producción local o global? En los últimos años asistimos a la relocalización de muchas industrias que habían emigrado a Asia en décadas anteriores. La deslocalización pervive pero producir local está de moda. Se busca explotar los recursos cercanos, reducir el impacto ambiental generado durante el transporte y aprovechar el savoir-faire que se estaba perdiendo. ¿Significa eso que producir localmente es más sostenible que la importación? A menudo sí, pero no siempre. Todo depende de cómo se obtienen los materiales y la energía empleada, de los residuos generados y del impacto en las comunidades, entre otros factores.
#3 Transportar muebles y sostenibilidad, ¿son compatibles?
China es la gran fábrica del mundo y muchos de los muebles que tenemos en casa o en la oficina nos han llegado desde allí en grandes barcos-contenedores. Esto, sin duda, tiene un impacto para el medio ambiente. No sería mala idea que, como ya hacen muchas aerolíneas cuando compramos un billete, también los distribuidores de muebles indicaran la huella de carbono generada por el transporte de los muebles que venden.
Cuando la producción es local, la huella de carbono generada por el transporte es reducida. Pero existe. Por otro lado, el crecimiento del comercio online está potenciando, por ejemplo, las entregas express, a menudo en vehículos medio vacíos, priorizando la rapidez de entrega en detrimento del consumo racional de combustible.
#4 ¿Se pueden vender muebles de manera sostenible?
En los países donde el comercio electrónico está más avanzado, hasta el 10% de los muebles se compran online. ¿Es más sostenible el comercio tradicional o la venta en internet? No hay una respuesta clara.
Las tiendas tradicionales, especialmente aquellas que no pertenecen a grandes cadenas internacionales, alimentan el comercio de proximidad y crean cierta comunidad. Esto es un punto positivo. Por el otro lado, a menudo tienen instalaciones no optimizadas energéticamente y no hacen el mejor uso del espacio (acumulan inventario invendido durante mucho tiempo).
El comercio online tiende a gestionar más eficientemente el inventario según la demanda, con el consiguiente ahorro de espacio de almacenaje. Su cara B es que tiende a generar más residuos en el embalaje y no tiene un apego a la comunidad.
#5 Reutilizar, reciclar y reparar muebles es posible, ¿pero eficiente?
Recuperar muebles viejos o emplear material en desuso para crear algo nuevo es hacerle un favor a este mundo. No cabe duda. La tendencia ecléctica en interiorismo, la moda retro y el do-it-yourself favorecen la recuperación de piezas viejas. Este trabajo de recuperación impacta positivamente en el medio ambiente y contribuye al mantenimiento de oficios que estaban de capa caída. Con todo, convendría que ebanistas y carpinteros dejaran de usar ciertos productos químicos, favoreciendo otros menos dañinos, como ceras y colas naturales.
La mayoría de los canales de venta de muebles fallan en el apartado de la reparación, el reciclaje y la re-compra. La industria de la automoción está organizada para comprar y vender coches nuevos y usados, y repararlos con ciertas garantías. No pasa así con la industria del mueble. Ikea ha dado algún paso en este sentido (recompra de artículos a sus clientes), pero todavía no es la norma en el sector.
En muchas ciudades resulta una odisea encontrar a un carpintero o un ebanista que sepa reparar un mueble dañado. El cliente se resigna ante tiene la triste impresión de que es más fácil y barato comprar un mueble nuevo que mandarlo arreglar. Esto rompe el modelo de economía circular que veíamos al principio.
#6 ¿Cómo comprar de forma sostenible?
Los consumidores tenemos un gran poder en nuestro bolsillo. Cuando decidimos lo que compramos, o lo que dejamos de comprar, estamos lanzando mensajes al mercado. El precio sigue siendo el factor que más pesa en la decisión de compra, pero no es el único. Más ciudadanos concienciados piden opciones más sostenibles para amueblar sus casas y oficinas.
Con mucha frecuencia, al cliente le falta información para tomar decisiones acertadas. Rara vez los vendedores informan de la procedencia de los materiales, de los procesos de fabricación empleados, del transporte implicado, etc.
Lo que sí podemos hacer los consumidores es aspirar a una compra más responsable, menos impulsiva, pensando a largo plazo. Hagámonos varias preguntas antes de sacar la tarjeta de crédito: ¿Necesito ese mueble? ¿Lo seguiré utilizando dentro de uno o dos años? ¿Qué haré con el mueble viejo que ya no quiero?
#7 ¿Dónde queda la responsabilidad social corporativa?
Un mueble fabricado con materiales reciclados por personas en condiciones laborales nefastas, no es un mueble sostenible. Esto es obvio. Lo que no está claro es cómo conocer la historia de cada mueble. No hay una trazabilidad que nos asegure que su fabricación se ha realizado de manera respetuosa.
Aunque falta mucho por avanzar, hay una creciente concienciación sobre la explotación laboral en muchas zonas del mundo. Cada vez más consumidores se preocupan por el impacto que la producción de cosas tiene en la gente. La responsabilidad social corporativa trata de esto… y de mucho más. Como indica el Observatorio RSC, “abarca muchos ámbitos de la gestión de la empresa, como los derechos humanos, las prácticas laborales, la protección de la salud, el cuidado del medio ambiente, la lucha contra el fraude y la corrupción, y los intereses de los consumidores”.
El reto que tenemos frente a nosotros es claro: cómo podemos mantener unos niveles de fabricación y consumo de muebles y ser respetuosos al mismo tiempo con nuestro castigado planeta. Si queremos heredar a nuestros hijos un mundo habitable, no nos queda otra opción que aspirar a diseñar, fabricar, vender y consumir de manera sostenible. Aunque la sostenibilidad absoluta sea una quimera.
[Nota final: muchas de estas reflexiones me han surgido mientras ponía en marcha mi negocio de muebles para gatos, caudania.com]
5 Comentarios
La quimera de hoy es la realidad de mañana…
El mundo avanza gracias a los soñadores, ¿verdad?
No soy muy optimista al respecto porque todos buscamos productos muy baratos, cada vez más baratos. Y los muebles ecológicos no son precisamente los más económicos. Ojalá que no pase con la industria del mueble lo que ya está pasando con la moda.
Creo que hay un factor positivo de cara al futuro: los consumidores están más concienciados, especialmente los jóvenes. Yo confío en que seremos capaces de consumir de forma más inteligente y de producir de manera más sostenible. ¡Más nos vale!
Interesante reflexión, hago una investigación de mercado en Panamá y realmente es una constante global el uso de muebles de poca calidad a precios accesibles. Tristemente no escapa de la dinámica acelerada de consumo.